Vedat Muriqi y el arte de lo antiestético

28.10.2022

En momentos de tregua, hace falta un soldado valiente, uno que se atreva a romper filas, que coja la espada y amenace al enemigo él solo. Como una especie de David cuando, se puso la armadura y quiso pelear contra todo el pueblo filisteo encarnado en un gigante que era invencible. Como Vedat Muriqi llegando a un Mallorca deprimido y en descenso para avivar a una isla entera y para demostrar que, en muchas ocasiones, lograr la salvación es solo cuestión de fe.

Y es que si se habla de algún jugador distinto a los demás, ese es Muriqi. Un delantero de casi dos metros, una envergadura muy llamativa y una técnica no muy depurada. Es todo lo que encarna un delantero de los de antes, de los de pisar área y nada más, pero con la inteligencia de los de ahora, con esa sensación de que en cada parte del campo aporta. Llegó como una cesión cualquiera al Mallorca y se ha terminado convirtiendo en el chaleco salvavidas que guarda la ilusión de los niños en San Moix y que se ha erigido como el superhéroe de los adultos. La sensación de que nada a contracorriente en esta época de mediapuntas y falsos '9', y la certeza de que va a aparecer cuando su equipo más lo necesite.

Muriqi no es un experto con el balón en los pies, sufre un mundo si tiene muchos metros por delante, no tiene una visión de juego periférica, y su lanzamiento desde fuera del área no tiene un rango tan alto como el de otros jugadores. Aun así, y pese a todo lo que no es o no tiene, se ha convertido en uno de los mejores delanteros de LaLiga, y por méritos propios. Porque lo que le falta de calidad lo sufre con arrojo, lo que no tiene de técnica lo invierte en sacrifico, y donde no llegan sus pies lo hace su voluntad.

Es más posible encontrarse a Muriqi ganando un duelo aéreo que marcando un gol, y eso que de perforar porterías sabe un rato. Es la realidad del delantero de un equipo que lucha por no salvarse, que tiene que aparecer en el centro del campo para estirar a su equipo y que vive más tiempo en campo propio, intentando ayudar a la defensa y siendo el primer eslabón sobre el que se construye cualquier contraataque.

El fútbol, antes que todo, va de intimidación, y si algo ha aprendido el delantero kosovar es que vale más matar a un defensa de un infarto que marcar un solo gol. Por eso se ha convertido en un experto de las coberturas defensivas, porque ya no vale solo un central para defenderle, sería un castigo muy injusto y una solución ineficaz. Hace tiempo que los entrenadores rivales han desarbolado su propia estrategia, han empezado a permitir espacios por el campo y han maniatado a Muriqi de todas las maneras posibles. Es todo lo que necesita un equipo como el Mallorca, y todo lo que pueden aprovechar los compañeros que ven como van pasado al otro lado del laberinto mientras el dios de su mitología aguanta el peso de la puerta bajo sus hombros. Rezando porque no se desplome, suplicando que la fuerza le dure un poco más.

Posiblemente a Vedat Muriqi le hagan falta muchas cualidades para jugar en la Champions. Es fácil enumerar todos sus defectos, pero a su vez, es muy posible que haga una carrera larga en LaLiga, a pesar de su edad, porque si algo ha demostrado es estar capacitado para jugar en la máxima categoría del fútbol español. Los aficionados han encontrado a su delantero fetiche, a ese que cabecea con la misma fuerza un centro en su área o en la contraria, que se mancha de barro, que no renuncia ni a una pelea, que se mete en guerras que otros no se atreverían ni a pronunciar. Es un guerrero lo que tiene Aguirre entre las manos, y lo ha echado de menos los dos últimos partidos, frente a Sevilla y Real Sociedad, donde no solo parecía haber perdido su referencia ofensiva, sino que se convirtió en un barco a la deriva, sin guía ni faro.

Vedat Muriqi no va a pasar a la historia como el delantero más estético del mundo, pero ya ha entrado en el libro del Mallorca como uno de los culpables de la salvación 2021-2022. Sus recursos son tan autosuficientes que no necesitan compañeros, pero a su vez proporcionan tanta ventaja que estos mismos pueden lucrarse a su antojo. Hacer una radiografía del delantero podría ser mortal para cualquier médico, pues seguramente tuviera varias costillas partidas y muchos goles en el ADN, pues hay cosas que se llevan dentro. Es el arte de pelear cada pelota hasta el final, de no darse nunca por vencido y de mostrar la garra mientras los rivales solo te saludan.

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