Un equipo en mayúsculas

Que no esperen nada de ti. Esa es la clave de un Rayo Vallecano que dio comienzo a la temporada sin expectativas, y que a pesar de haber llegado a la jornada veinte ubicado en puestos Champions, sigue hablando de que su objetivo es la salvación. La mentalidad de un equipo que todavía intenta engañar a su afición, como los padres que dicen que no les van a regalar nada a sus hijos para encontrarse colmado de regalos el día de su cumple.

Porque este Rayo es como los Reyes Magos para los niños de Vallecas. Han traído ilusión a un estado que ya se ha llenado siete veces esta temporada, han regalado goles, esperanzas y sueños. Tanto, que ya se rumorea con poder ver al Liverpool batiéndose en Vallecas. Y, honestamente, este sería uno de los duelos más parejos que podrían dejar las competiciones europeas.

Y es que este Rayo no le tiene miedo a nada, porque este Rayo no tiene absolutamente nada que perder. Tiene el orgullo de quien lo ha perdido todo y ahora sabe que solo puede ir hacia adelante. Ha superado un descenso, ha superado críticas y fracasos, todo lo que le ha llevado a abandonarse a sí mismo, para coger más fuerza y volver todavía con más rabia que nunca. Porque está formado por jugadores que no deberían estar viviendo todo lo que están viviendo si se atiene a lo que se ha dicho de ellos, pero que ajenos a las críticas se han detenido a demostrar que su nivel no solo es la Primera División, sino mucho más.

Hay que ser muy buen equipo para que se hable tanto de lo coral que eres como de tus individualidades. Porque todo el mundo está de acuerdo en que este Rayo es un equipo, pero a la vez no se entiende sin la presencia de Dimitrievski en la portería, sin el trabajo incansable de Comsesaña, sin la pulcritud de Catena, la persistencia de Isi o el acierto de Camello. Jugadores que en ningún otro lugar brillarían así, pero que han encontrado el hueco no solo para ser importantes, sino para ser diferenciales. Ese pequeño 'click' del que tanto se habla y que separa un equipo que solo quiere salvarse, de un equipo que sueña con absolutamente todo.

Y por supuesto, parece un tópico señalar al entrenador cuando un equipo juega muy bien, pero es que el caso de Iraola se escapa de todo lo demás. Si no es el mejor entrenador de LaLiga, compite en el podio. Porque no se puede hacer más con menos, porque no se puede reiventar a tantos jugadores, porque no se puede ser tan terriblemente bueno... Las ilusiones de Andoni han sido las ilusiones del Ray. El año pasado dio todo por la Copa y se quedó a unos minutos de conseguir llegar a la final. Esta temporada parece haberse planteado la clasificación a Europa, y si la temporada terminara ahora, lo tendría.

No se puede hacer más por LaLiga que lo que hace este equipo, que ha añadido verticalidad, que entretiene a cualquier aficionado y que sigue demostrando ambición pese a todas las cosas. Equipo y entrenador, entrenador y equipo. Un binomio sin el que no se entiende todo lo demás. Porque se ha dejado de hablar del Rayo Vallecano para hablar del Rayo de Andoni Iraola, y eso es precioso, porque un entrenador sin ego está consiguiendo plasmar su nombre en la historia. Un entrenador al que no le importó irse a Grecia a aprender, tomarse su tiempo y volver con ideas nuevas.

Hablar del Rayo es hablar de un equipo en mayúsculas, un equipo que se podrá caer, pero que sueña a lo grande. Un equipo que ha entendido que su fútbol no es para que disfruten ellos, que parece que lo hacen, sino para disfruten todos los demás. Y lo están haciendo. Se han convertido en todo lo que sueña el aficionado cada jornada. Porque podrán perder, pero siempre lo harán con la cabeza alta, como el que sabe que está haciendo historia, como el que disfruta de casa paso dado, sabiendo que nunca se atrevió a ir tan lejos. Y como si esto fuera un cuento, con una moraleja para que los niños aprendan, es imposible que no le salgan bien las cosas a alguien así, porque el trabajo siempre ha tenido su recompensa.