Ernesto Valverde y un cambio de mentalidad

30.09.2022

En el mundo del fútbol la crítica sale excesivamente barata, y levantarse cada vez es más difícil. Por eso tiene tantísimo mérito lo que está haciendo Ernesto Valverde en esta segunda etapa en el Athletic Club, después de su paso por Barcelona donde terminó no solo cuestionado, sino vilipendiado, puestos en duda su habilidad como entrenador y todo lo que podía generar.

Es quizá esa fuerza, unida a esas ganas de reivindicarse, lo que ha provocado que el Athletic Club esté haciendo las cosas tan bien. Porque si se junta un entrenador que necesita demostrarle de nuevo al mundo lo válido que es, unos jugadores veteranos que llevan tiempo sin pisar Europa y un puñado de jóvenes que tienen hambre como para comerse el mundo a bocados, sale un equipo tan completo como este. Porque el Athletic de Valverde es un equipo rebelde, un equipo que se ha manifestado ante los prejuicios, ante su falta de gol y ante las quinielas y los pronósticos. Simplemente no les parecía bien que antes de empezar la temporada ya se conocieran a los siete equipos que iban a clasificarse entre los siete mejores. Sin contar con ellos.


No le importa nada a este Athletic, que se ha rebelado contra todo y contra todos y se ha convertido en una máquina de generar fútbol. Necesita tener el balón, pero no como lo necesitan otros equipos que buscan generar a partir de ahí, lo necesita como quien solo sabe jugar con él en los pies. Por eso presiona más que nadie, muerde más que cualquiera y roba como ninguno.

Se cuestionaba cuando, en mitad del verano y de unas elecciones con varios candidatos la directiva que propuso a Valverde salió vencedora, si el técnico iba a ser capaz de formar correctamente y de poder incluir como se merecen a un grupo de jugadores tan jóvenes pero con tantísimo talento. El tiempo ha hablado, siempre lo hace, y seis jornadas después Nico Williams va convocado por la Selección Española, Sancet ha encontrado su hueco en el campo y Vivian sigue sorprendiendo partido tras partido, demostrando una madurez que ilusiona a cualquiera y que pretender incluso romper ese Íñigo-Yeray que lleva tantos años asentado.

Porque si de algo ha carecido Valverde es de miedo. Le han puesto por delante toda una aventura y se ha tirado sin arnés, ha cogido el paracaídas de casualidad y está dispuesto sola y únicamente a pasárselo bien. Porque a diferencia de Marcelino, al que hay que resaltar siempre el trabajo que hizo tras la etapa de Garitano, no está encerrado en ningún tipo de sistema. Ernesto no le debe nada a nadie, y se ha propuesto que jueguen los mejores, formando aun así un once tan reconocible que ya sale casi de memoria, pero donde cualquiera puede colarse. Ha solucionado problemas del pasado, ha descubierto nuevos inconvenientes y ya está en la búsqueda de otras soluciones.

Su obra magna es Nico Williams, y no solo por el jugador que está siendo, sino por lo bien que se está acoplando. Para hablar de él hay que hacerlo de Berenguer, otro de los que parecía perdido para la causa la temporada pasada pero que no solo ha recuperado el nivel, sino que no habría pasado absolutamente nada si hubiera sido su nombre el que apareciera en los papeles de Luis Enrique y no el de Nico. Ha conseguido ubicar a los dos en el once, Álex en izquierda y Williams en derecha, y con eso ha ganado desborde, velocidad, garra y mucha verticalidad. Porque el Athletic ya no solo es peligroso por lo que hace, sino por lo que tiene, y esa capacidad de atemorizar al rival a cincuenta metros de la portería, o incluso sin tener el balón, es algo de lo que carecen muchos equipos.


El Athletic Club de Valverde no especula. No es ese equipo al que se le presuponía favorito pero que muestra remilgos a la hora de ir a por el partido. Se ha convertido en ese depredador que huele la sangre, que detecta las carencias del rival y que ataca donde más duele. Por eso contra el Rayo sabía que solo tenía que correr más que ellos y buscar la espalda a un Leujene que no estuvo acertado. Por eso frente al Elche tenía que desquitarse, y por eso, precisamente, perdió contra el Espanyol. Porque toda sonrisa necesita su tristeza, todo momento alegre necesita su dosis de realidad, y lo que sucedió frente a Diego Martínez puede ser recordado dentro de unos meses como la derrota que salvó toda una temporada.

Sigue teniendo ese debe el Athletic, que es capaz de competirle a los más grandes y de regalarle puntos a los más humildes. Pero no parece que esta temporada ese vaya a ser el rumbo, porque el principal problema, la falta de gol, puede estar ya solucionado. Ante la ausencia de un delantero goleador, porque en Sancet no confía ahí, Villalibre y Guruzeta no los ve preparados y Raúl García no puede ser el mismo que hace cinco años, se ha inventado un sistema donde el gol puede caer de cualquier parte. Esta vez sí que es cuestión de cantidad más que de calidad. Porque Iñaki Williams es el delantero centro, pero no el responsable de marcar los goles, y en esa liberación del ghanés puede llegar su mejor nivel.

Hablar de Ernesto Valverde seis jornadas después de su debut en liga quizá es anticiparse, en un mundo donde todo va tan rápido y donde todo puede cambiar, pero es muy difícil equivocarse con un entrenador al que el fútbol español le debe tanto. Pase lo que pase con el Athletic, algo ha cambiado, una mentalidad pesimista, o por lo menos que se rendía de forma sencilla, se ha convertido en una actitud férrea, imperturbable al dolor y sin emociones. Ahora tienen la obligación de ganar los partidos, y lo hacen. Es demasiado pronto para hablar de objetivos más ambicioso que el competir y el intentar sumar tres puntos en cada partido, pero como le ha cambiado la cara Valverde a este equipo es algo digno de elogiar y promete a ser una de las grandes historias de la temporada en el fútbol español.

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